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Der Ravenmeister

En 1684, Jan Cornelius Maarten, organista de la catedral de Delft, visitó Londres en busca de piezas de repuesto para su instrumento. En una de las muchas tabernas de la ciudad, conoció a un ciego, que se presentó como Benedict Crowell, cuidador de los cuervos de la London Tower. Tras unas cuantas jarras de cerveza, Crowell invitó a Jan a conocer sus cuervos al día siguiente.

Al parecer, Jan Cornelius quedó impresionado con el trabajo de Crowell, porque escribió una larga carta a su hermano Felix, que todavía se conserva. El ciego había entrenado a los cuervos para que pidiesen comida dejando caer una piedra sobre una bandeja metálica. Así podía distinguir estas llamadas de los graznidos habituales, y podía pasar más tiempo bajo techo. Lo interesante es que los cuervos, por cuenta propia, habían elegido cada uno una piedra de tamaño diferente, y el ciego podía casi siempre distinguir de cuál cuervo se trataba por el sonido. Esta habilidad fascinó al músico.

Lo mejor de todo es que Jack, uno de los cuervos, a veces lanzaba la piedra de Eva para que la hembra comiese primero. Esto confundió durante un tiempo al bueno de Benedict, hasta que cayó en cuenta de lo que pasaba.

De regreso en Delft, Jan Cornelius escribió una fughetta, o pequeña fuga a tres voces, y la tituló «De Ravenmeester». Es decir, el Amo de los Cuervos, en holandés. Incluyó una copia manuscrita de la partitura en su carta a Felix Maarten, residente en Valladolid, y por este motivo conocemos la breve pieza.

Este es un modesto arreglo moderno, que cubre algunas de las partes que se han perdido del manuscrito original: